En una nota publicada días atrás, el diario The New York Postadvierte sobre la “sombría recolección de órganos humanos en China”. En la misma línea, semanas atrás, la CNN presentaba un informe bajo el título “China aún extrae órganos de prisioneros a escala masiva”.
Según las cifras que ofrecen ambas publicaciones, en China se realizan por año entre 60 mil y 100 mil trasplantes de órganos, contra 10 mil que afirma el gobierno. Y lo cierto es que nadie tiene idea de dónde sale semejante cantidad de órganos. La respuesta parece estar en las prisiones chinas, más específicamente en los presos.
La CNN cita un informe realizado por ex legislador canadiense David Kilgour, un abogado de derechos humanos David Matas, y el periodista Ethan Gutmann, que revela cifras de hospitales en China, mostrando la discrepancia gigantesca entre los números oficiales de trasplantes realizados en todo el país. Y apuntan a una suerte de conspiración entre el gobierno chino, el Partido Comunista y el sistema de salud, médicos y hospitales.
"El PC dice que el número legal de trasplantes es de 10 mil por año. Pero podemos fácilmente sobrepasar esa cifra con solo mirar a dos o tres de los hospitales más grandes”, dice David Matas, citado por la cadena norteamericana.
El informe sostiene que la brecha entre los 10 mil casos oficiales y los más de 60 mil “reales” se completa con los órganos que se sacan de prisioneros ejecutados, muchos de ellos presos de consciencia. No hay cifras oficiales de cuántas ejecuciones se realizan en el país, de hecho eso es un secreto.
El New York Post se concentra en lo que ocurre en las prisiones.
“Imagínese ser secuestrado y desaparecer en una celda donde pasará varios meses o años sin cargos ni sentencia”, arranca el artículo.
Allí, sigue, las autoridades lo torturan y lo fuerzan a mirar películas diseñadas a lavarle el cerebro en un intento por alinear su visión con la del régimen comunista. Cada tanto, lo sacan de su inmunda y sobrepoblada celda y lo llevan a una sala donde, sin advertencia, le clavan agujas en su brazo, y le sacan toda la sangre suficiente para llenar todos los recipientes posibles.
Luego será sujetado por otros prisioneros, mientras usted descarga una muestra de orina o es sometido a otros procedimientos médicos invasivos.
La descripción sigue con un: “nadie responderá a sus gritos ni pedidos de ayuda. No se le darán explicaciones. Y el proceso se repetirá varias veces. Puede salir vivo después de años de brutal tratamiento. O puede ser ejecutado en secreto. O también existe una fuerte posibilidad de que muera en un quirófano después de que los cirujanos lo seden y le extraigan uno por uno sus órganos, mientras usted sigue vivo”.
El gobierno dirá que usted simplemente desapareció. O que en realidad jamás estuvo en prisión. Pero lo más probable es que no diga nada. Mientras, gente rica se registrará en hospitales construidos especialmente para el trasplante de órganos, donde hay una vasta selección de riñones, hígados y otros órganos humanos.
“La cosecha de órganos es un negocio lucrativo para el gobierno chino”, concluye el Post, tras la elocuente narración.
Y denuncia que esta práctica se realiza en prisioneros políticos en centros de detención, campos de trabajo y otras prisiones a lo largo y ancho del país.
La agrupación “Doctors Against Forced Organ Harvesting (DAFOH)” --Médicos Contra la Extracción Forzosa de Órganos-- se ha concentrado en el caso de China porque “a diferencia de cualquier otro lugar en el mundo, es el único sitio donde continúa la sistemática recolección forzosa de órganos a una escala masiva, bajo la mirada del Estado”.
Según, la vocera de DAFOH, Sophia Bryskine, “no hay leyes que prohíban esta práctica”.
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