Asia Bibi camina por los pasillos de la muerte en una cárcel paquistaní desde hace años. Esta cristiana fue condenada a muerte por blasfemia, en un caso legal por el que hasta el Papa Francisco rezó, y que ahora quedó en un limbo, luego de que la Corte Suprema del país aplazara este sine die el juicio en apelación, por la renuncia de uno de los jueces.
En tanto sus hijas, Esham y Esha se pasan parte de su vida enclaustradas. Las calles de Lahore no son seguras para estas dos adolescentes, hijas de su madre blasfema.
Asia Bibi fue juzgada en 2010 en virtud de una polémica ley tras una discusión con una musulmana por un vaso de agua.
En Pakistán, donde el islam es religión de Estado, la blasfemia es un tema muy delicado. La ley prevé hasta la pena de muerte para las personas declaradas culpables de ofensa al islam.
Unas simples acusaciones terminan a menudo en linchamiento. Y los cristianos, una minoría perseguida, suelen ser blanco de ellas.
En junio de 2009, Bibi, quien es campesina, fue enviada a buscar agua mientras trabajaba en un campo, por lo que otras mujeres musulmanas protestaron ya que, al no ser ella musulmana, contaminaría el recipiente y lo haría impuro. Le exigieron abandonar su fe cristiana y se convirtiera al Islam, a lo que ella se opuso. Fue condenada a la horca.
Ashiq Masih esposo de Asia Bibi. / AFP
En seis años de batalla judicial, su caso se ha vuelto emblemático de las derivas de una legislación contra la blasfemia que, según sus detractores, suele instrumentalizarse para ajustes de cuentas mediante acusaciones falsas.
El caso de Asia Bibi deja patente que las autoridades paquistaníes parecen dudar entre respeto de los derechos humanos y concesiones a los fundamentalistas religiosos.
El caso de Asia Bibi ha tenido eco a nivel mundial. Hizo reaccionar a los papas Benedicto XVI y Francisco. El primero pidió su liberación y el segundo recibió a su hija en 2015 y rezó por la condenada.
El marido de Asia Bibi escribió al presidente paquistaní Mamnoon Hussain para pedirle un indulto y autorización para irse a Francia, pero fue en vano.
El Tribunal Supremo ha desestimado varios recursos y el año pasado sólo aceptó revisar el caso. Se esperaba que este jueves invalidara la pena de muerte, pero solo postergó el juicio. Si la pena capital no es retirada, a Bibi sólo le quedará esperar un indulto presidencial.
Desde hace seis años la familia vive con miedo.
"Siento que el Papa reza y va a seguir rezando por mi madre y que al final, gracias a eso, será liberada", declaró recientemente a la AFP Esham, de 18 años.
En 2011, el gobernador de la provincia del Punyab, el progresista Salmaan Taseer, murió asesinado por su propio guardaespaldas tras haber defendido la causa de Asia Bibi.
Su asesino, Mumtaz Qadri, murió en la horca, lo que desató la ira de los extremistas, que claman la ejecución de la cristiana.
Unos hechos que acotaron todavía más los movimientos de Esham y Esha.
"Papá me decía que no saliera, que la situación fuera era muy mala" durante los días que siguieron al ahorcamiento de Mumtaz Qadri, explica Esham. "Nos quedábamos dentro todo el tiempo", añade. "Un día, alguien llegará y me preguntará: ¿eres la hija de Asia Bibi?"
Dos veces por mes, las hermanas van a Multan, a 350 km de allí, a visitar a su madre en la cárcel. "Le contamos lo que pasa en casa", dice Esham.
Las visitas comienzan con alegría y terminan con pena. "Está triste porque sus hijas van a verla desde tan lejos y ella no puede ni abrazarlas", suelta.
Esham y su hermana Esha, de 17 años y con una minusvalía física y mental, vivían hasta hace poco con un tutor, separadas de su padre por motivo de seguridad. Pero la familia logró juntarse.
Según la organización Human Rights Watch, 17 personas se hallan en el corredor de la muerte por blasfemia en Pakistán. Ninguna ha sido ejecutada.
Fuente: AFP
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