Cincuenta años tuvo Alcides Ravel su camión Ford verde. Lo compró en 1969 por 4 millones de pesos uruguyos y fue su compañero por todas las rutas del país. A veces le sirvió de refugio para pasar la noche y fue su fuente de trabajo para mantener su familia y criar sus dos hijos. "Fue una parte muy importante de mi vida", contó.
Por eso, cuando llegó el momento de "jubilarlo" no pudo desprenderse de él. Hacía dos años que estaba guardado en un galpón donde se deterioraba cada día. Pero en lugar de venderlo para que lo desguacen -"me hubieran dado unos 1500 dólares"- prefirió tomar una insólita decisión: enterrarlo en su campo cerca de Nueva Helvecia y ponerle una lápida -el guardabarros de otro camión- con su fecha de defunción.
El hombre contó su historia a el diario uruguayo "El País". "Ser camionero no tiene horario", dijo. Ravel dormía en el camión y pasaba más de 15 días fuera de su casa. "Eso era lo común. Cuando volvía, los hijos ya estaban más grandes".
Pero Ravel, de 83 años, no es el único que tenía apego por el camión verde. Su mujer lo quería tanto que no soportó que lo enterraran y prefirió no estar presente durante el "sepelio".
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