Por Jorge Lanata
A medida que sus resultados estaban cada vez más lejos de sus intenciones, el discurso del kirchnerismo en el gobierno se fue alejando cada vez más de la realidad: la idea de secta se acentuó, y también se acentuó el dogma.
La discusión política se volvió religiosa.
Ese comportamiento comenzó cuando rompieron los instrumentos de vuelo; sin INDEC confiable todo viaje se apoyaba en la fe.
Desde entonces el kirchnerismo quedó definido por lo que ellos creen que hicieron, y no por lo que hicieron. Se creyeron su propias mentiras.
La actuación de los fanáticos, aunque sean minoría, siempre llama la atención: gritan, se desesperan, sobreactúan, dramatizan, logran que el interlocutor ponga su propio argumento en duda.
Una lectura rápida del último comunicado de las Madres alcanza para verlo: acusan, en una campaña internacional, al gobierno de Macri de querer quemar su casa, de amenazarlas, de sacarles la Universidad, de perseguirlas judicialmente. ¿Algo de esto es objetivamente cierto?
Es una construcción deliberada de medias verdades que intentan demostrar un panorama de mentiras: lo que Bonafini llama persecución es, en realidad, la respuesta judicial a un desfalco. La Universidad no es de las Madres sino del Estado que, para favorecer a las Madres- la nacionalizó.
Los argumentos de” si pudimos contra Videla, podremos contra Macri” dichos por Estela de Carlotto, van en el mismo sentido.
Días atrás, en una entrevista del programa Intratables, alguien me preguntó si yo pensaba que el Poder Ejecutivo influyó en el Judicial. Sorprendido, le respondí: ---¿Vos me estas jodiendo?
Hubo un silencio en el estudio ---Todos los gobiernos, desde el ‘83 hasta acá influyeron con mayor o menor suerte en la Justicia.
No estaba contando ningún secreto: hemos escrito cientos de notas sobre esta costumbre.
Agregué luego que, en mi opinión, Cristina debía estar presa, y que el gobierno había decidido mantenerla en libertad para mantener viva la imagen del monstruo.
La idea de “yo o el caos” tampoco es nueva, ni es este el único gobierno que la ha usado.
Cristina presa sería más que el hecho en sí –dije- porque podría representar un punto de inflexión para que, en una Argentina de valores distorsionados, los buenos puedan volver a serlo, y los malos tengan alguna vez algún castigo.
Hablé alguna vez este tema con el Presidente, quien -por supuesto- no estaba de acuerdo.
No fue ninguna reunión secreta: lo escribí, lo hablé por todos los medios que pude y sigo sosteniéndolo ahora mismo.
Aquella anécdota menor terminó siendo reproducida en el Congreso, y hubo una catarata de declaraciones de kirchneristas golpeándose el pecho con el mayor cinismo que presencié en mi vida, comparable al de los militares de la dictadura cuando les preguntaban por los desaparecidos.
“Usted tiene el poder de decidir quién va preso o no”, twitteó Cristina acusando a Macri. Habla de independencia judicial quien desde el gobierno más presionó a los jueces comprándolos, amenazándolos, destruyendo sus carreras.
¿Vale la pena recordar algunos casos? Rodolfo Canicoba Corral: enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina. Sebastian Tortuga Casanello: favoreciendo a Báez y Elaskar en la ruta del dinero. Julian Ercolini: cajoneando la denuncia de la Coalición Cívica sobre asociación ilícita. Viviana Fein: ocultando el asesinato de Nisman. Carlos Gonella de PROCELAC: persiguiendo a Campagnoli. Eduardo Freiler: coleccionando Mercedes. Mercado Romina y Natalia: delivery judicial familiar. Norberto Oyarbide, emblema del área. Rafecas. Enriquecimiento de la pareja. Zaffaroni. Los39 fiscales de Gils Carbó denunciados por usurpación, etc, etc.
Hoy, como consecuencia de esas presiones, más del cuarenta por ciento del aparato judicial pertenece a Justicia Legítima, una asociación que ha demostrado de sobra que antepone su ideología a la ley que aplica, lo que le permite deformarla y contradecirla. Concursos irregulares, jueces subrogantes, estado de corrupción generalizada.
Los mismos K ahora responden con espanto como si hubieran nacido en el Tribunal de La Haya. Las clases de ética de Al Capone ya no tienen vacantes.
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