De pronto fue como si las manecillas del reloj iniciaran una vertiginosa carrera en contra del tiempo. Como si en lugar de mis flamantes 60 volvería a los 6 años. El destino me daba la posibilidad de cumplir con un viejo sueño. Volver a ingresar a esa casa de Misiones 827, entre Gorriti y Magallanes, barrio construido en los terrenos que fuera la quinta de los Lissi. Allí nació mi hermano; yo si bien lo hice en la casa de mis abuelos paternos di mis primeros pasos en ese solar. Allí también velamos a mi padre, "Pilo" Pelaez, o el "Gallego", a los 33 años. Yo tenia 7 y mi hermano el "Ruso" 3. Demasiados chicos para quedarnos sin el ídolo, sin el querido viejo, pero con la tremenda polenta de mi madre, Selva Ibañez, que se puso a sus dos hijos al hombro y salio adelante. También Dios quiso que nos dejara demasiado joven, a los 52 años. A los 48 sufrió un derrame cerebral que entre otras cosas le afecto totalmente el habla. A esa casa le vendimos con mi hermano para pagar la operación (tercer by pass de cerebro en el país) que efectuó el doctor Matera en el Hospital Italiano de Capital Federal. Finalmente murió de cancer. Nunca recupero el habla.
En esa casa de la Misiones, yo tendría 6 años, un dia mis padres discutieron, mi madre se fue al baño y mi padre como todo gallego calenton, le pego una patada a la puerta. La punta del zapato quedo allí marcada. Cuando los dueños de casa, los mismos a quienes vendimos, ya mayores, me permitieron recorrer la vivienda por dentro y llenarme de recuerdos, fui a la puerta del baño y aquella marca del zapato de mi viejo aun estaba allí. Visible a pesar de las manos de pinturas. Vi a mi padre, alto de bigotes y con físico de aguja, a mi madre menudita, me vi de pantalones cortos, a mi hermano bebe. Vi y sentí tantas cosas, gracias a una marca en una puerta que resistió al paso del tiempo.
A MODO DE PRESENTACION
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