EL LUCHO CHOU (2)
Es un icono de Mar del Plata .Se llama El Torreón del Monje. Y es como que siempre hubiera estado ahí. Pero tranquilos. Hoy no voy a contar la rica “leyenda” del Torreón. No. Nada de eso. Quiero decir, simplemente, que a mi, cuando estaba en Turismo Municipal, un día el Intendente Fabrizio me dijo:
“Che.Lucho, recuperamos el Torreón para la Municipalidad…hacete cargo…”
Y chau. Había estado en manos del Casino de Oficiales de la Armada, y desde hacia años, estaba abandonado.
“Hay presupuesto? fue la estúpida pregunta. El Intendente y el “conejo delirante” (perdón, el Honorable Consejo Deliberante de entonces) ya nos habían aprobado que fuéramos un Ente Autárquico Municipal, un EMTUR con su propio presupuesto. Y chau pínela.
La mañana que lo fui a ver, mamita. La rata más chica era un gato y el gato mas chico un tigre y el tigre mas chico, un linyera, de la media docena que vivía ahí…pobres viviendo como podían.
El plomo de las cañerías había sido arrancado y vendido, los azulejos igual, las puertas y marcos de ventanas, si eran de madera, habían sido leña para los fríos inviernos y si eran de metal, lloraban lagrimas verdes de oxido marino.
Que regalito. Era para llorar, o para, con la ayuda de Normita Mario y el resto de los chicos del novel EMTUR, empezar a llamar a los amigos, mangando. A Tiribelli por maderas, a Bianchini por baldosas, al Inglesito (entonces era El Inglesito) por el regalo de alguna bolsita de cemento, a los secretarios de cosas del palo, como Vialidad por ayuda técnica, a Obras, por horas extras,( a su cargo, obvio, para algunos obreros albañiles), a los arquitectos amigos y piolas por asesoramiento, al entonces flaco diacono, (o parecido) del Obispado de Mar del Plata, el hoy OBISPO de la Diócesis de Dolores, Monseñor Carlos Malfa, que con los chicos y chicas de la Acción Católica (si, como no, y éramos un gobierno “socialista”) consiguieron las telas para el telón (Espero no hayan desvestido ningún Santo, por favor).(¿ Te acordas, Carlitos?)
Y así, ese verano debutamos, al menos, con un teatrito. Había muchos artistas profesionales, en serio, que no habían podido conseguir salas. Y el acuerdo era simple. UN FIN DE SEMANA CADA UNO. Se cobraba una mínima entrada, ellos llevaban el 70%, el 30 era para pagar boleteros, acomodadores, los volantes de promoción, los cartelitos en la puerta, y así.
Y nosotros poníamos la luz (creo que la robábamos, me parece, no me acuerdo) y el sonido (Gracias Savasta, desde el cielo seguís diciendo que si, y gratis), hasta que en el segundo verano (y esa será otra historia) hicimos ahí la entrega del Segundo año del Estrella de Mar.
Hasta que me fui, antes que entrara Russak (otra historia más), pero dejamos un ante proyecto de llamado a licitación, con algunas pautas básicas: Confitería, solárium, sala de exposiciones, la pedana parquizada y las columnas de sostén de la pedana, que se caían de puro oxido, hechas de nuevo.
Cuando se licito, yo ya no estaba. Andaba de periodista escribiendo, como ahora, el ”Lucho Chou”.
Cuando había ganado la licitación, , lo conocí a Domingo. Fue en una comida que organizo. Un asado de caballo. Si, caballo, hecho por ese cocinero que luego fue mi amigo, Félix Zorrozua. (tendrá su lucho chou, lo prometo), Y fue el, Domingo, el que me presento, esa noche, a otro que fue mi gran, pero gran amigo, el entonces Jefe de la Delegación de la Policía Federal, el Comisario Norberto Astaita.(otro chou, pronto).
Y de ahí en mas, Domingo fue mi amigo. Muchas veces no quería ir, ya que había dado órdenes de que no me cobraran. Me daba vergüenza, te lo juro por esta. Y si iba con alguien, primero tenia que decirle al Maître “si no me cobras, me voy”.
Y Félix, o su mujer, desde la cocina me mandaban siempre algo “para probar”.
Domingo, para los amigos, era y es un loquito lindo. Un creativo. Un arquitecto, sin serlo, un ingeniero ingenioso, sin ser ingeniero.
Un tipo que me venia a ver al diario, solo para contarme que invento nuevo tenia para El Torreón. Un tipo que lloro y se rio conmigo, abrazado, a pocas horas de que, un maremoto, una madrugada, le llevo los muebles, las sillas, las mesas, los escaparates, todo de su nuevo chiche “ la marisquería”.
Y lloraba y se reía contando como las mesas bailaban entre las olas, de como una heladera flotaba, hasta que se hundió. De como se agarró de un exhibidor –heladera, lleno de exquisitos mariscos, y como los animalitos, sabiamente cocinados, por poco lo llevan junto con ellos, a los reinos de Neptuno.
Conocí a su primera mujer, la heredera del Sao Alfar y de las mejores media lunas del país, (mejores que las de Atalaya), a su hijo mayor, a su nueva mujer, la abogada criminalista, a sus nuevos hijos mas pequeños.
Conocí todas sus cosas buenas. Conocí casi todas sus mañas (muchas) y siempre me enseñaba un mostrador, una barra, la del Pub, con ese apoyapié de bronce, esa madera de roble macizo lustrada a mano, esa, que yo había amado. La barra que engalanaba el Bar “La Fragata”, del Hotel Nogaro de Luro y Corrientes, que había comprado al rematador Moreno.
Hace siglos que no lo veo. Que no hablo con el. Los años, para mí al menos, no vienen solos.
¡Ahh… que estúpido! No dije quien era, quien es.
Domingo es Domingo Parato. De lunes a lunes, en el Torreón (de antes al menos) siempre Domingo.
Quelevachache
LUCHO MARTINEZ TECCO
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