A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

viernes, 8 de junio de 2012

EL PERIODISTA ROBOT



RECOPILACION DE  Antonio Torrejón
Ideada por dos profesores de la universidad Northwest (Illinois), el periodista-máquina es fruto de un programa de inteligencia artificial llamado Status Monkey, actualmente en pruebas.
Con la aparición del robot-periodista, las personas y el humanismo sobran
Un  periodista francés explica cómo esa máquina rastrea todos los datos, todos los estilos de escritura y es capaz de redactar una crónica desde el punto de vista del que juega en casa o del visitante y, de acuerdo con las instrucciones del editor, sólo informar o bien animar a la afición. El invento puede aplicarse a cualquier rama del periodismo y se ha especializado en el seguimiento integral de la actualidad. Un programa similar ya ha creado en Estados Unidos un telediario, News at seven, en Internet presentado por Zoe y George, dos seres virtuales, naturalmente.
¿A alguien le extraña que un robot suplante a un supuesto trabajador intelectual o que unos homínidos sustituyan a los presentadores de carne y hueso? ¿No hay ya periodistas y presentadores que parecen dóciles máquinas de absoluta disponibilidad? ¿Y no es real la perspectiva de un robot-escritor de best sellers o, por qué no, de poesía? Uf. ¿Para qué van a hacer falta escritores, periodistas o gente que, simplemente, piense, si eso ya resulta mucho más fácil gracias a una máquina capaz de procesar en segundos millones de datos? Añadamos que una máquina no reclama ni copyright ni derecho alguno de propiedad intelectual. Ni se sindicaliza.
Ignoro si existe el pintor-robot, el artista-máquina, pero cosas tan impensables como que los chinos fueran propietarios de buena parte de la riqueza de los Estados Unidos, o los árabes de las tradiciones inglesas y unos rusos se hicieran con la propiedad de periódicos británicos, o que los alemanes pudieran comprar media Grecia y Dios sabe qué más maravillas geopolíticas, todo eso hoy es perfectamente real y no parece extrañar a nadie.
El ex canciller Helmut Schmidt en su espléndida autobiografía (Fuera de servicio, Icaria) recién aparecida, hace un impecable inventario de las maravillas que el "capitalismo de rapiña" (sic) movido por una codicia infecciosa (la infectious greed (sic) de Alan Greenspan) deja como herencia cultural y moral. Pero el ex canciller es ya algo muy antiguo que no hace otra cosa que advertir al personal sobre las ventajas de la democracia y de la necesidad del reparto de la riqueza global, comparándolas con las necedades -y vicios- de la cultura neocon que, por lo que se ve, no va a desaparecer sin antes dejar muchísimos damnificados sobre la tierra.
Con el robot-periodista inventado, queridos amigos, ya puede esperarse cualquier cosa y parece muy claro que las personas, el humanismo y la humanidad entera, sobran. Cuando no queda lugar sobre la tierra a lo más propio de los seres humanos, la capacidad de pensar, de relacionar cosas y atar cabos sobre la realidad -esa anomía sin sentido es lo que vemos todos los días en todos los terrenos- no cabe hablar de crisis sino de revolución, de vuelco. Hace años (en 1992, nada menos), el periodista André Fontaine, director de Le Monde durante muchos años, lo definió, en una entrevista que le hice, como "la revolución de las dimensiones (de tiempo y espacio)".
Quienes pertenecemos a la denostada generación sesentayochista y seguimos pensando que el futuro ultraconsumista, regido por el valor del dinero se barruntaba ya en los años setenta -véase ¡horror! Marcuse- contemplamos el actual trajín con tanta preocupación como distancia.
También nos permitimos un suspiro de alivio: pertenecemos a una ¡generación privilegiada! que conoció la realidad real pese a no vivir más guerras que las económicas. Situados entre la píldora y el sida, fuimos testigos de cómo el sexo pasaba de ser pecado a convertirse en obligación, y vimos cómo la censura política se transformaba en censura económica, mientras las ideologías dejaban paso a los intereses.
Ni los periodistas ni los escritores de esa generación -que hizo que el mundo descubriera a los jóvenes y a las mujeres- imaginamos que tendríamos que competir con robots, como si el humanismo y la información fueran un campo de papas. No creo que lo mereciéramos, pero la nuestra -por otras muchas razones que un día explicaré- fue, desde luego, una generación privilegiada.
Enviado por Lucho Martinez Tecco

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