Nicolás es un pedazo de vida que enmudeció a la ciencia. Trece años pasaron desde que su cuerpito de apenas once meses caminó por la cornisa del cielo hasta que recibió un “empujoncito divino”. “Después del choque, lo saqué del auto y mientras lo cargaba en mis brazos, grité: ‘Brochero, salvale la vida a mi hijo’. Así empezó todo…”, rememora ante Clarín Osvaldo, su papá.
Para muchos, este afectuoso pibe hincha de Belgrano y fanático de las consolas de videojuegos, es la prueba viviente de que los milagros existen: su increíble recuperación tras un accidente de tránsito llegó hasta el Vaticano y, tras sortear una serie de pericias, la sentencia de la Santa Sede fue que a Nicolás Flores, ahora de 13 años, lo salvó Dios por intercesión de José Gabriel “el cura gaucho” Brochero.
La historia que dejó sin explicaciones a los médicos se empezó a escribir en septiembre del año 2000. La familia Flores viajaba en su vehículo Volkswagen Polo por Falda del Cañete, hasta que una camioneta sin luces se cruzó de carril y los chocó de frente. En ese accidente, murió el abuelo del joven; y su mamá, Sandra, se rompió los fémures.
Nicolás, por entonces de once meses, perdió la mitad del cerebro y sufrió múltiples golpes. Hasta que llegó la ambulancia al lugar, su vida se sostuvo gracias a la respiración que le aplicaban su papá y Analía Barreda, una mujer que la familia Flores describe como “nuestro ángel de la guarda”.
De allí en adelante, todo lo que sucedió no tiene explicación científica. Nicolás fue subido prácticamente muerto a la ambulancia y trasladado de urgencia al hospital de niños Santísima Trinidad de Córdoba: durante el viaje su corazoncito resistió 3 paros cardíacos.
Según los médicos que lo recibieron, ingresó con “un hilo de vida” al sanatorio. Ante la gravedad del cuadro, decidieron operarlo de urgencia pero el diagnóstico fue lapidario: “No va a caminar, no va a poder ver, escuchar ni hablar. Si sale, quedará en estado vegetativo”, repitieron en la guardia del hospital.
Pero nada de eso sucedió: ese bebé cuya vida se sostenía con alfileres, resurgió contra todos los pronósticos de la ciencia. Hoy cursa sexto grado en el colegio fronterizo Divina Providencia, habla con fluidez, escucha y, si bien sufre una hemiplejia, se mueve con total soltura por su casa de barrio Güemes.
“Cuando los especialistas empezaron a ver su recuperación, nos dijeron que si habíamos hecho una promesa que la cumpliéramos porque lo que había pasado con él era un milagro”, recuerda Sandra, hoy sonriente y orgullosa de haber impulsado el caso de su hijo para que el “cura gaucho” quede a un solo paso de ser consagrado santo.
“Para nosotros, Brochero es una forma de afrontar la vida. Queremos decirle a la gente que nunca pierda las esperanzas y que le rece. Los milagros existen y mi hijo es uno de ellos”, le relata a este diario Sandra.
Mientras tanto, en el ordenado living de su casa, alguien que Nicolás describe como su “mejor amigo” parece observarlo todo desde una de las paredes y a través de un cuadro. Se trata, ni más ni menos, de quien será beatificado hoy: José Gabriel del Rosario Brochero.
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