Por Eduardo Van Der Kooy
El poder de Cristina Fernández acaba de sufrir otro golpe severo. No provino esta vez de las urnas, como ocurrió en las primarias de agosto. Fue como consecuencia del fallo judicial de Claudio Bonadio, que resolvió ayer procesar a Guillermo Moreno por “abuso de autoridad”. El supersecretario es uno de los tres hombres clave del reducido sistema que entorna a la Presidenta. Los otros dos son su hijo, Máximo Kirchner, y el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini. Se comprende, entonces, cabalmente,el daño político sufrido también por la Presidenta.
Ese daño, sin dudas, excede las cuestiones políticas y personales. Tendría una amplia capacidad de irradiación sobre el modo en que Cristina y su Gobierno entienden el ejercicio de la autoridad y del poder. El juez Bonadio decidió colocarle un límite a la fórmula K del apremio, la intimidación y la arbitrariedad. Atributos que le confirieron al kirchnerismo y al cristinismo durante una década – con inocuos intervalos– la propiedad indiscutida y absoluta de la escena nacional.
La determinación de Bonadio pareciera simbólica en dos aspectos. Trasunta, por un lado, la debilidad del Gobierno en un ciclo nuevo que, de acuerdo con el registro electoral, se inauguró con las primarias.
Habrá que observar si esa anemia se recupera, se mantiene o se acentúa después de octubre. La figura del “abuso de autoridad” podría inscribirse en el tópico de demandas populares transmitidas a través de los millones de votos adversos. Hasta traduciría una inocultable sensación de fatiga social.
El fallo posee también un vínculo con otra de las quejas depositadas en las urnas: la inflación galopante. La causa se originó por una denuncia del ex viceministro de Economía, Jorge Todesca, titular de la consultora Finsoport SA, que aseguró que dicha empresa había sido sancionada administrativamente de modo irregular por difundir índices inflacionarios distintos a los del INDEC. Como prólogo existió una decisión significativa: en mayo, cuatro de las Cámaras en lo Contencioso Administrativo, habían resuelto dejar sin efecto las multas impuestas por Moreno. Eso allanó el camino a Bonadio para dictar el procesamiento. Con anterioridad el juez había tomado declaración indagatoria a Moreno. La defensa del secretario, en la oportunidad, fue considerada paupérrima.
Aquel movimiento del fuero Contencioso Administrativo resultó un alerta y sucedió en plena ofensiva del Gobierno por su fracasada reforma judicial. Ese ámbito había sido dominado por el kirchnerismo con el oficio de varios gestores, entre ellos Javier Fernández.
El fallo de Bonadio, es verdad, podría encuadrarse dentro de lo que se denomina, tras las primarias, como el inicio de un nuevo ciclo político. Pero dicha tipificación podría ser incompleta. Sobrarían las razones y las causas para calificar a Moreno de abusivo. Al dictar el procesamiento –extensivo a otro par de funcionarios de la secretaria de Comercio Interior– el juez mencionó una actuación “ilegal y arbitraria”de los acusados y remarcó también una “intimación ilegal” a las consultoras que miden la evolución de los precios desde una vereda distinta al INDEC.
La onda expansiva a partir de ahora será, a no dudarlo, de índole política. Moreno ha sido, cuando Néstor Kirchner le autorizó el desmantelamiento del INDEC, el brazo ejecutor de las decisiones económicas por encima, incluso, de todos los ministros que desfilaron después de Roberto Lavagna. Su sostenimiento en el Gobierno, contra viento y marea, produjo además la partida de dos ex jefes de Gabinete, transformados hoy en adversarios políticos: Alberto Fernández y el líder del Frente Renovador en Buenos Aires, Sergio Massa.
Moreno ha perdido desde ayer su fama de intocable. Una mala señal para el manejo de una economía que gira en torno a sus caprichos,siempre con el aval de los Kirchner. En su figura podrían reflejarse también las limitaciones de la pareja presidencial para enfrentar ese costado de la realidad. Nunca se atrevieron a explorar otro camino.
Por temor o por incompetencia.
Habrá que verlo.
Aquella señal que brindó el Poder Judicial fue computada con presteza por el mundo empresario. Los hombres de negocios resultaron esta década, quizá también por el influjo de la poscrisis, extremadamente permeables a las presiones de Moreno. De esa manera la economía se plagó de distorsiones y dilapidó un contexto externo sumamente favorable. Los empresarios ahora saben que existe otra alternativa para protegerse de tantos atropellos.
Moreno había empezado a devaluarse en la época electoral. Estuvo escondido en la campaña para las primarias. Es el funcionario del Gobierno con peor imagen popular, casi en equivalencia con La Cámpora. Daniel Scioli y Martín Insaurralde suplicaron que no pisara Buenos Aires. Aunque, por los resultados a la vista, de poco sirvió. Reapareció con cierta timidez luego de la derrota. Repitió viejas mañas. Está visto que se trata de una pesadísima carga para Cristina. Pero allí sigue.
El secretario de Comercio pareciera ser representar el ícono del estilo patotero del Gobierno. También, del retroceso y el fracaso económico. Pero el deterioro del Gobierno responde a otros motivos.
Por caso, la corrupción. En ese campo tallan Lázaro Báez y Amado Boudou. Ambos, también, detrás de un cortinado. El vicepresidente está acosado por el caso Ciccone y la investigación sobre enriquecimiento ilícito. El golpe a Moreno podría ser así el anticipo de otros malos presagios cuando pase octubre.
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